lunes, 26 de abril de 2010

Gato Floro

En este mundo tan peculiar la frase recurrente es: ¿qué pretenden ellos de nosotras? Lo cierto es nadie lo puede saber, ni ellos mismos creo que lo saben. Es un misterio. Encontrar esta respuesta sería como descubrir finalmente qué hay en la caja de Pandora, quién mató a Norita, por qué Hernán Caire se depila tanto las cejas, por qué es tan rica la Sibarita.

Desde todo punto de vista es inentendible el asunto porque si estás gorda no te tocan ni con un palo, si sos muy flaca porque te falta carne de dónde agarrarse. Y de la celulitis ni hablemos porque te tildan de “flan”. Si sos fea porque sos una mamaracha y no te pueden lucir ante los amigos, cualquier cosa antes de quedar mal con los pibes. Y la última novedad es que si sos linda porque se asustan. ¿Eh? Sí, se ASUSTAN. Naaaa!! Muchachos!! Vamos!! ¿Y ahora resulta que nos va mal porque somos fabulosas?

Y no termina ahí la cosa porque descartando lo meramente físico y centrándonos en la personalidad, ellos manifiestan que si sos una mina abierta, flexible, cero posesiva y no demandante entonces sienten como que no les importás. Al parecer pretenden ser el centro de atención, eso está más que claro, pero la realidad demuestra que no se bancan la responsabilidad que implica ser el centro. Porque es obvio que si les estás encima como si fueras la madre cuestionándole sus actividades, clavándole mensajitos a toda hora con “te quiero, te amo, te adoro, etc.”, llenándole todo el día la casilla de mails preguntándole si te extraña terminan huyendo despavoridos. Mamá hay una sola y es suficiente. Lo digo con conocimiento de causa.

Y hablando de Roma… Mamá Amanda sentencia “lo que pasa es que a los hombres les gusta lo cómodo, Lulú, siguen en la eterna adolescencia”. Será que en la escala de la evolución se quedaron unos cuantos pasos más atrás y como vieron que nosotras tomábamos las riendas, se tiraron a chantas. Será que todo el juego de la conquista que les tocaba a ellos nos lo cedieron por un tema de tener menos cosas de que ocuparse y así poder dedicarse a cuestiones mucho más trascendentales para ellos, como por ejemplo ver más fútbol. “Así que sos la que lo puede todo, vení y conquistame vos entonces, pero después del partido”.

Y entonces me pregunto ¿cuál es la técnica chicos? Además, por qué nos instan a que tengamos que apelar a una técnica. Por qué no vivir las cosas como son, dejar fluir, si dá para algo más que se dé sólo con el tiempo y si no pasarla lo mejor posible disfrutando y cuando ya no sea mutuo el disfrute, fue muy lindo conocerte, la pasé re lindo, chau nos vemos.

¿Por qué todo tan complicado? ¿Por qué tanto drama? ¿Tanta vuelta? ¿No era que todos esos condimentos los incorporábamos nosotras? ¿Se invirtieron los roles? ¿Qué pasó?

Algunos masculinos tienen la osadía de asignarnos la culpa a nosotras. Alegan que con la revolución femenina nosotras nos encargamos de tener esa imagen de mujeres fuertes, independientes y que no los necesitamos. Pero digo, en la batalla de los sexos, o en cualquier batalla ¿la adaptabilidad no es una cualidad inherente a los ganadores? ¿Qué están reconociendo en el fondo chicos? Al final pareciera que terminamos ganando y por resentimiento nos están castigando. ¿Acaso no les estamos mostrando sólo un espejo de las cualidades que siempre se proclamaron como únicos y exclusivos dueños?

Muchachotes: “lo dejo a su criterio”.

lunes, 19 de abril de 2010

¿Prototipo paterno?

En el curioso mundo de Lulú la responsabilidad de su idiosincrasia está directamente asociada a la naturaleza masculina sin ninguna duda. Y cabe destacar que es tema frecuente en charlas de mujeres la herencia paterna que según ciertas teorías indicaría que una busca el prototipo de hombre como pareja, similar al de nuestro padre. ¿Quéeee?? Sí para decirlo sin tantas vueltas: buscamos tipos que se parezcan a nuestros viejos. Puaj!!

¿Puede ser que a pesar de tener enfrente el mejor ejemplo de todos, el de cómo quedaron de bizarras (y creo es demasiado elegante el término) nuestras madres luego de estar con nuestros padres, no aprendimos a no repetir los mismos errores? Porque digo, desde los inicios de mi adolescencia hasta el presente juré y perjuré, teniendo al universo de testigo, una botella de vino, unos puchos, unos capítulos de Sex and the City (ya de más grande) y a todas mis amigas, que jamás de los jamases me iba a parecer a mi mamá.

¿Qué hice? O mejor dicho ¿qué estamos haciendo? Es cierto, el timbre de voz y la cabellera indomable no lo iba a poder evitar pero y sus elecciones de vida. ¿De qué me sirvió leer a los 13 años “las mujeres que aman demasiado”? De nada. Para creerme y vanagloriarme de ser una niña precoz pero que en la práctica es nada más ni nada menos que una boluda importante. Y digo importante porque hay que ser bastante boluda a esa edad para leer ese tipo de libros ¿No?

Pero volviendo al tema. Observo a un padre ausente, que dice que me quiere pero hace años que no hablamos, no se preocupa ni se ocupa de mí, no me da cariño ni contención. Entonces analizo mis cuasi relaciones y los masculinos participantes y lamentablemente concluyo: sí es cierto, Robin Norwood tenía razón. Y fui una de las primeras de mi generación que se instruyó en el tema. Precoz, boluda pero culta eh.

¿Será que el famoso dicho “más vale malo conocido que bueno por conocer” refleja nuestra conducta? ¿Buscamos seguir los modelos masculinos referentes de nuestra vida para qué? ¿Para seguir la costumbre? Chicas, si es así, mátenme pero ya con una versión chill out de Starsailor (I don´t see myself when I look in the mirror), una intravenosa de Chardonnay (prefiero el blanco sí sí), una foto de Luismi (infaltable para llevar a la eternidad, pero antes de que se arregle los dientitos porfis) y una alta dosis símil atracón de variedades de queso. Y déjenme ahí, solita. Necesito tiempo para procesar (la info, la comida y el chupi).

¿Seguimos con las mismas conductas repetitivas? ¿Somos hijas del rigor? A esta altura pienso que del pavor. Podríamos suponer que está escrito en los genes y culpar nuevamente a nuestras madres y ellas a las suyas y así sucesivamente y la responsabilidad se iría diluyendo (estaría muy bueno) como creo que así también la posibilidad de relacionarnos con tipos como la gente (si existen es otro tema que amerita su propio espacio y debate). Pero digo, si no llegamos al meollo del asunto creo que no vamos a poder superarlo. Y afrontémoslo ninguna quiere seguir topándose con estos individuos que son patológicamente insufribles. Cómo si no fuera suficiente soportar nuestra propia locura interna por el sólo hecho de ser mujeres. Y encima la locura externa, la depilación, los días “femeninos”, la dieta, la edad, la celulitis, los dos litros de agua por día y basta dame un pucho igual ya.

O lo mejor supongo es hacer lo de siempre. Cada vez que no entendemos algo, echarle la culpa al inconsciente y a la psicología y ya que estamos a Freud porque era hombre. Es que dicen que nuestro padre es nuestro primer objeto de amor del sexo opuesto por lo cual aprendimos a relacionarnos con ellos basándonos en esa relación. Interiorizamos que el modelo de hombre “correcto” es ese con el que convivimos (o no) desde que tenemos uso de razón e interpretamos que es el patrón a seguir. Qué poder el nuestro de entender y reelaborar la realidad, el tema es que pareciera que no estamos siendo muy favorecidas.

Ahora si ya estamos marcadas por los genes, el género, las madres y encima condenadas por la relación con nuestros viejos. ¿Dónde queda el factor sorpresa?

Me niego a creer que mi destino amoroso está fijado por las pavadas de mis progenitores. No sólo es muy cruel sino que es muy pero muy aburrido. Por qué seguir enganchándose con el mismo hombre pero disfrazado de mil formas y tamaños, encima con los años una se va poniendo cada vez más generosa y las formas se convierten en elementos inenarrables y de los tamaños mejor ni hablemos.

Propongo la cruzada de intercambio de prototipos de acuerdo a nuestros estados de ánimo, yo te paso el mío, que te quiere pero te tiene miedo y no te habla (recomendado para momentos de stress, una bocanada de aire fresco en tu vida), una le pasa a la otra, esa a otra y así por lo menos nos organizamos, conocemos otro tipo de hombres y le sacamos provecho a la situación. ¿Quién dijo que las mujeres no somos prácticas?

sábado, 10 de abril de 2010

El curioso caso de Bartman

Este mundo es tan ambiguo que uno se vive preguntando cosas y las respuestas van variando tanto que al final no tenés ninguna certeza. Es como si nacieran de la misma esencia, la ambigüedad y las respuestas. O son las preguntas que formulamos las que indefectiblemente infieren esa cualidad. O los temas que preguntamos. Quién sabe.
Los hombres por ejemplo, comprenderlos es entrar a la dimensión desconocida y vagar constantemente tratando de encontrar un poco de lógica. Esas vueltas son las que nos desconciertan, ellos nos desconciertan.
El curioso caso de Bartman nos demuestra como tantos otros que primero dicen una cosa, después otra y terminan haciendo otra totalmente distinta. Una amiga, harta de las relaciones tormentosas decidió dejar de lado la actitud María la del barrio y que era momento de aprender a estar sola con ella misma. Momento trascendental en el que toda mujer después del proceso: bronca-decepción-ansias de revancha asume su independencia y se propone ser feliz. Pero qué es lo que siempre sucede cuando una toma una decisión, aparece alguien o algo para impedírtelo.
Así es como apareció Bartman atosigándola a mensajes y mails para salir con ella. Ante tanta insistencia ella finalmente accedió (le pareció simpático) pero advirtiéndole que quería algo free. Grave error. No se puede ser sincera y coherente con un hombre, no manejan nuestros códigos (bah, el castellano estándar). De repente me surge la imagen de Mamá Amanda que diría “Para qué te gastás tanto, es hombre, no le da la cabeza!!!”. Habrá que hacerle caso? Y podría tener razón, ya que este masculino declaró durante la relación “yo te quiero enamorar” (perdón, leí bien? Si, si), le envió una muñeca de un personaje favorito a modo de presente, le mandaba mensajitos todos los días para desearle las buenas noches (porque es un dulce!!) y puedo seguir y seguir. Etcétera contemplaría varios ítems incluyendo en las vacaciones de ella un enunciado tal como “te puedo pasar a ver por Marpla, me queda cerca de donde paro yo” (por supuesto que ella le dijo que no). La situación luego de un mes y pico tomó un rumbo diferente al que se había planteado desde un principio. Eso es evidente. Pero convengamos que no somos de madera, si buscás encontrás y mi amiga se estaba enganchando (charla amena, sexo relativamente interesante). Y esto significa: le gustaba el flaco. Pero para los que necesitan traducción (Holaaaa Bartman, holaaa todos!!), no quiere decir que estaba enamorada, que se quería casar con él, tener dos hijos (una nena y un nene para ponerle los nombres de los dos), la casa en el country y el perro ese que juega un montón y que después no te lo podés sacar de encima!!! Le gustaba nada más, simple como eso. Pero por supuesto, bajo la ley de la ambigüedad que rige la masculinidad y vigente por decreto de necesidad y urgencia (o sea por imposición) y por consecuencia directa en el mundo de Lulú, Bartman desapareció del mapa. Así nomás. Ella intentó contactarse para saber si estaba vivo en primera instancia y segundo si le pasaba algo. A lo cual y esto es típico (a todas nos pasó, no es nuevo) no respondía. Ante estos casos de emergencia yo sugiero (y de hecho sugerí) un truco infalible, que aprendí sin querer, que se maneja muy bien por mensaje de texto porque es más contundente el impacto y no te evidencia el tono de voz. “Tenés un rato libre a la tarde? Así te invito un café que tengo que charlar algo con vos”. En el momento (como me sucedió a mí) o al rato, pero no tardan mucho en caer, te están llamando para preguntarte como pollitos mojados si pasó algo. Piensan cualquier cosa, o lo que es mejor para nosotras, piensan lo peor: que estás embarazada. Y te llaman. Pero me estoy yendo por las ramas. El punto es que este masculino aceptó encontrarse (funciona el truco eh!!) y en la mismísima cara de mi amiga argumentó su huida alegando que ella estaba muy enganchada. Eh??? Ella?? Nooo, dame un segundo así me puedo reir tranquila.
Y entonces me sumerjo en esto que es incomprensible, tan ambiguo. Y digo para qué tanto verso si no es necesario. Chicos, nosotras queremos lo mismo que ustedes: pasarla bien.
Algunas teorías femeninas indicarían que ellos nos toman por objetos y cuanto más inaccesibles más atractivas, somos como un premio que tienen que conseguir, y quien lo obtiene es el más machote. La paradoja es que cuando lo consiguen no saben qué hacer, se sienten perdidos. Tendrá que ver esto con que ellos piensan que nosotras focalizamos en el fin y ellos en el proceso? O dejemos la benevolencia para otra cosa y digamos las cosas como son: son unos vuelteros autocomplacientes y egocéntricos.
Entonces digo, para vueltas andate a la calesita. Pero mientras tanto, si querés desafío agarrate porque estamos preparadas y la sortija la manejamos nosotras. Y nos vamos a divertir!!! No sé si ustedes, pero nosotras… vaya si no!

sábado, 3 de abril de 2010

Bienvenida al mundo

Este es el curioso mundo de Lulú. Un mundo tan peculiar donde todo puede suceder. Un lugar donde las cosas que pasan lindan lo inexplicable, a veces lo bizarro.
Dicen por ahí, los entendidos, que los extremos en algún lugar del infinito se tocan. Hay un punto, donde justamente por ser tan opuestos, convergen y dan lugar a una especie de limbo o burbuja donde se concentra la esencia del antagonismo. Un lugar intrigante como pocos. Es ahí donde vivo.
Sin más preámbulos, bienvenidos a mi mundo: el mundo de la contradicción. No tiene lógica mental, emocional o vaya uno a saber qué cosa tiene que tener como para entenderlo. Todavía no puedo descifrarlo.
En este espacio o dimensión paralela, como suelo llamarlo, es donde la mayoría de los habitantes (sobre todo los masculinos) desarrollan todo su potencial. O no, a veces se sub desarrollan. Nunca se sabe en este planeta y nunca se sabe nada con los hombres.
Mamá Amanda solía decirme cuando era chica (más que ahora por supuesto) que "los hombres son como animalitos Lulú, los manejás como querés". Sí, textuales palabras. Una tierna mamá, amorosa. Que la mujer por el sólo hecho de serlo poseía un don nato y una gracia especial que ejercían un poder infalible con los hombres. Es decir, son totalmente influenciables a los encantos de una dama.
Por otro lado, en la escuela si los varones te molestaban o incluso te pegaban, porque así la manifestación de amor era más rotunda, evidentemente era porque gustaban de vos (qué frase delatora de edad...). La verdad que es que me pegaron bastante en la primaria pero sospecho que no era por cariño. Lo cierto es que siempre me sedujo la idea de pelearme con los varones porque me aprovechaba deliberadamente de la situación y los fajaba hasta que los pobres chicos se cansaban y sin ni un atisbo de caballerosidad me surtían a patadas, hartos de ser humillados por una"nena". Volvía siempre con moretones en las piernas, heridas de guerra los llamaba. Para mí eran un orgullo, premios al valor, condecoraciones. Había ganado la batalla, lograba que ellos hicieran lo que yo quería, aún en contra de su voluntad. Amanda tenía razón. Sí, pero también salía lastimada.
La influencia materna es evidente e innegable. Estamos todas castigadas o no sé si bendecidas, es mejor ser optimista en estos asuntos, dicen. Y me pregunto (y me seguiré preguntando) cómo lidiar con estos mandatos, ser una misma, intentar ser feliz y no morir en el intento. Y me refiero no literalmente a morir, pero digo, a morir como mujer, a no emborracharnos solas en casa con música soft de los ochenta llorando a mares y recordando momentos supuestamente felices como flash backs. O atacar la heladera pasando de picotear todos los productos light (una intenta cuidarse hasta en las peores crisis) hasta que empezás a devorar las sobras heladas de la comida del mediodía (dulce, salado, lo que venga), pero te rescatás y para bajar el atracón (siempre llorando a mares) te clavás unos mates lavados tibios (con edulcorante obvio) porque no hay yerba, pero tampoco hay nada más, NO HAY YERBA Y NO HAY NADA MAS, en serio, no hay. Y ahí terminás con el pelo revuelto y los ojos inflamados que no se te deshinchan con nada y menos con compresas de manzanilla (alto verso ese). Y te mirás en el espejo y te decís "¿qué estoy haciendo?". Entonces te acordás que al día siguiente las ojeras y las bolsas van a estar peor y que ningún corrector por más caro que sea va a poder disimular tu patética realidad.
Y llorás más, por boluda, y por loca.
Entonces, ¿qué hacemos?. ¿Qué nos queda después de esta lucha constante entre la herencia psicológica materna y la incierta realidad a la que nos someten los hombres?. Y una en el medio (a esta altura borracha, loca y encima gorda). Por eso siempre digo que la heladera es mejor tenerla vacía.
Nos queda saber que no estamos solas, estamos todas en la misma. Y aunque parezca inocente, hay que pensar que nuestra inteligencia, independencia y coraje nos van a hacer salir triunfantes. Que aunque nos lastimen para decirnos te quiero y nos torturen para que no nos lastimen, nosotras también podemos hacerlo y así terminar de completar este enredado y gran círculo vicioso. Con la diferencia que al estar conscientes y darles nosotras el final podemos jugar más y por cierto divertirnos mucho más.
No sé, se me ocurre, si el cierre está condenado a un desenlace tortuoso, ¿por qué no vivir el proceso como una aventura y disfrutarlo? ¿No es más excitante?
¿Y por qué no? Todo es posible en este mundo. Es el curioso mundo de Lulú.