Este es el curioso mundo de Lulú. Un mundo tan peculiar donde todo puede suceder. Un lugar donde las cosas que pasan lindan lo inexplicable, a veces lo bizarro.
Dicen por ahí, los entendidos, que los extremos en algún lugar del infinito se tocan. Hay un punto, donde justamente por ser tan opuestos, convergen y dan lugar a una especie de limbo o burbuja donde se concentra la esencia del antagonismo. Un lugar intrigante como pocos. Es ahí donde vivo.
Sin más preámbulos, bienvenidos a mi mundo: el mundo de la contradicción. No tiene lógica mental, emocional o vaya uno a saber qué cosa tiene que tener como para entenderlo. Todavía no puedo descifrarlo.
En este espacio o dimensión paralela, como suelo llamarlo, es donde la mayoría de los habitantes (sobre todo los masculinos) desarrollan todo su potencial. O no, a veces se sub desarrollan. Nunca se sabe en este planeta y nunca se sabe nada con los hombres.
Mamá Amanda solía decirme cuando era chica (más que ahora por supuesto) que "los hombres son como animalitos Lulú, los manejás como querés". Sí, textuales palabras. Una tierna mamá, amorosa. Que la mujer por el sólo hecho de serlo poseía un don nato y una gracia especial que ejercían un poder infalible con los hombres. Es decir, son totalmente influenciables a los encantos de una dama.
Por otro lado, en la escuela si los varones te molestaban o incluso te pegaban, porque así la manifestación de amor era más rotunda, evidentemente era porque gustaban de vos (qué frase delatora de edad...). La verdad que es que me pegaron bastante en la primaria pero sospecho que no era por cariño. Lo cierto es que siempre me sedujo la idea de pelearme con los varones porque me aprovechaba deliberadamente de la situación y los fajaba hasta que los pobres chicos se cansaban y sin ni un atisbo de caballerosidad me surtían a patadas, hartos de ser humillados por una"nena". Volvía siempre con moretones en las piernas, heridas de guerra los llamaba. Para mí eran un orgullo, premios al valor, condecoraciones. Había ganado la batalla, lograba que ellos hicieran lo que yo quería, aún en contra de su voluntad. Amanda tenía razón. Sí, pero también salía lastimada.
La influencia materna es evidente e innegable. Estamos todas castigadas o no sé si bendecidas, es mejor ser optimista en estos asuntos, dicen. Y me pregunto (y me seguiré preguntando) cómo lidiar con estos mandatos, ser una misma, intentar ser feliz y no morir en el intento. Y me refiero no literalmente a morir, pero digo, a morir como mujer, a no emborracharnos solas en casa con música soft de los ochenta llorando a mares y recordando momentos supuestamente felices como flash backs. O atacar la heladera pasando de picotear todos los productos light (una intenta cuidarse hasta en las peores crisis) hasta que empezás a devorar las sobras heladas de la comida del mediodía (dulce, salado, lo que venga), pero te rescatás y para bajar el atracón (siempre llorando a mares) te clavás unos mates lavados tibios (con edulcorante obvio) porque no hay yerba, pero tampoco hay nada más, NO HAY YERBA Y NO HAY NADA MAS, en serio, no hay. Y ahí terminás con el pelo revuelto y los ojos inflamados que no se te deshinchan con nada y menos con compresas de manzanilla (alto verso ese). Y te mirás en el espejo y te decís "¿qué estoy haciendo?". Entonces te acordás que al día siguiente las ojeras y las bolsas van a estar peor y que ningún corrector por más caro que sea va a poder disimular tu patética realidad.
Y llorás más, por boluda, y por loca.
Entonces, ¿qué hacemos?. ¿Qué nos queda después de esta lucha constante entre la herencia psicológica materna y la incierta realidad a la que nos someten los hombres?. Y una en el medio (a esta altura borracha, loca y encima gorda). Por eso siempre digo que la heladera es mejor tenerla vacía.
Sin más preámbulos, bienvenidos a mi mundo: el mundo de la contradicción. No tiene lógica mental, emocional o vaya uno a saber qué cosa tiene que tener como para entenderlo. Todavía no puedo descifrarlo.
En este espacio o dimensión paralela, como suelo llamarlo, es donde la mayoría de los habitantes (sobre todo los masculinos) desarrollan todo su potencial. O no, a veces se sub desarrollan. Nunca se sabe en este planeta y nunca se sabe nada con los hombres.
Mamá Amanda solía decirme cuando era chica (más que ahora por supuesto) que "los hombres son como animalitos Lulú, los manejás como querés". Sí, textuales palabras. Una tierna mamá, amorosa. Que la mujer por el sólo hecho de serlo poseía un don nato y una gracia especial que ejercían un poder infalible con los hombres. Es decir, son totalmente influenciables a los encantos de una dama.
Por otro lado, en la escuela si los varones te molestaban o incluso te pegaban, porque así la manifestación de amor era más rotunda, evidentemente era porque gustaban de vos (qué frase delatora de edad...). La verdad que es que me pegaron bastante en la primaria pero sospecho que no era por cariño. Lo cierto es que siempre me sedujo la idea de pelearme con los varones porque me aprovechaba deliberadamente de la situación y los fajaba hasta que los pobres chicos se cansaban y sin ni un atisbo de caballerosidad me surtían a patadas, hartos de ser humillados por una"nena". Volvía siempre con moretones en las piernas, heridas de guerra los llamaba. Para mí eran un orgullo, premios al valor, condecoraciones. Había ganado la batalla, lograba que ellos hicieran lo que yo quería, aún en contra de su voluntad. Amanda tenía razón. Sí, pero también salía lastimada.
La influencia materna es evidente e innegable. Estamos todas castigadas o no sé si bendecidas, es mejor ser optimista en estos asuntos, dicen. Y me pregunto (y me seguiré preguntando) cómo lidiar con estos mandatos, ser una misma, intentar ser feliz y no morir en el intento. Y me refiero no literalmente a morir, pero digo, a morir como mujer, a no emborracharnos solas en casa con música soft de los ochenta llorando a mares y recordando momentos supuestamente felices como flash backs. O atacar la heladera pasando de picotear todos los productos light (una intenta cuidarse hasta en las peores crisis) hasta que empezás a devorar las sobras heladas de la comida del mediodía (dulce, salado, lo que venga), pero te rescatás y para bajar el atracón (siempre llorando a mares) te clavás unos mates lavados tibios (con edulcorante obvio) porque no hay yerba, pero tampoco hay nada más, NO HAY YERBA Y NO HAY NADA MAS, en serio, no hay. Y ahí terminás con el pelo revuelto y los ojos inflamados que no se te deshinchan con nada y menos con compresas de manzanilla (alto verso ese). Y te mirás en el espejo y te decís "¿qué estoy haciendo?". Entonces te acordás que al día siguiente las ojeras y las bolsas van a estar peor y que ningún corrector por más caro que sea va a poder disimular tu patética realidad.
Y llorás más, por boluda, y por loca.
Entonces, ¿qué hacemos?. ¿Qué nos queda después de esta lucha constante entre la herencia psicológica materna y la incierta realidad a la que nos someten los hombres?. Y una en el medio (a esta altura borracha, loca y encima gorda). Por eso siempre digo que la heladera es mejor tenerla vacía.
Nos queda saber que no estamos solas, estamos todas en la misma. Y aunque parezca inocente, hay que pensar que nuestra inteligencia, independencia y coraje nos van a hacer salir triunfantes. Que aunque nos lastimen para decirnos te quiero y nos torturen para que no nos lastimen, nosotras también podemos hacerlo y así terminar de completar este enredado y gran círculo vicioso. Con la diferencia que al estar conscientes y darles nosotras el final podemos jugar más y por cierto divertirnos mucho más.
No sé, se me ocurre, si el cierre está condenado a un desenlace tortuoso, ¿por qué no vivir el proceso como una aventura y disfrutarlo? ¿No es más excitante?
No sé, se me ocurre, si el cierre está condenado a un desenlace tortuoso, ¿por qué no vivir el proceso como una aventura y disfrutarlo? ¿No es más excitante?
¿Y por qué no? Todo es posible en este mundo. Es el curioso mundo de Lulú.
Muy bueno!!! me encanto la onda y espero leer más!!.
ResponderEliminarMuy bueno!! me encanto la onda, y espero leer más sobre este u otros temas
ResponderEliminarmuy buen blog...
ResponderEliminarmuy real!!!
EXCELENTES!!!
ResponderEliminarQueria dejarte mi comentario en tus palabras del gato floro, pero solo me deja aca...
ResponderEliminarte cuento que no existe hombre perfecto ni mujer perfecta, somos todos imperfectos y cuanto mas imperfectos mejor porque esa imperfeccion es lo que nos diferencia del otro, lo que si creo que existe, es la pareja perfecta, y eso se forma cuando dos seres imperfectos disfrutan de las imperfecciones del otro y vivien el dia a dia con eso....
EXCELENTE!!!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con Ross .. ¡¡
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