Este mundo es tan ambiguo que uno se vive preguntando cosas y las respuestas van variando tanto que al final no tenés ninguna certeza. Es como si nacieran de la misma esencia, la ambigüedad y las respuestas. O son las preguntas que formulamos las que indefectiblemente infieren esa cualidad. O los temas que preguntamos. Quién sabe.
Los hombres por ejemplo, comprenderlos es entrar a la dimensión desconocida y vagar constantemente tratando de encontrar un poco de lógica. Esas vueltas son las que nos desconciertan, ellos nos desconciertan.
El curioso caso de Bartman nos demuestra como tantos otros que primero dicen una cosa, después otra y terminan haciendo otra totalmente distinta. Una amiga, harta de las relaciones tormentosas decidió dejar de lado la actitud María la del barrio y que era momento de aprender a estar sola con ella misma. Momento trascendental en el que toda mujer después del proceso: bronca-decepción-ansias de revancha asume su independencia y se propone ser feliz. Pero qué es lo que siempre sucede cuando una toma una decisión, aparece alguien o algo para impedírtelo.
Así es como apareció Bartman atosigándola a mensajes y mails para salir con ella. Ante tanta insistencia ella finalmente accedió (le pareció simpático) pero advirtiéndole que quería algo free. Grave error. No se puede ser sincera y coherente con un hombre, no manejan nuestros códigos (bah, el castellano estándar). De repente me surge la imagen de Mamá Amanda que diría “Para qué te gastás tanto, es hombre, no le da la cabeza!!!”. Habrá que hacerle caso? Y podría tener razón, ya que este masculino declaró durante la relación “yo te quiero enamorar” (perdón, leí bien? Si, si), le envió una muñeca de un personaje favorito a modo de presente, le mandaba mensajitos todos los días para desearle las buenas noches (porque es un dulce!!) y puedo seguir y seguir. Etcétera contemplaría varios ítems incluyendo en las vacaciones de ella un enunciado tal como “te puedo pasar a ver por Marpla, me queda cerca de donde paro yo” (por supuesto que ella le dijo que no). La situación luego de un mes y pico tomó un rumbo diferente al que se había planteado desde un principio. Eso es evidente. Pero convengamos que no somos de madera, si buscás encontrás y mi amiga se estaba enganchando (charla amena, sexo relativamente interesante). Y esto significa: le gustaba el flaco. Pero para los que necesitan traducción (Holaaaa Bartman, holaaa todos!!), no quiere decir que estaba enamorada, que se quería casar con él, tener dos hijos (una nena y un nene para ponerle los nombres de los dos), la casa en el country y el perro ese que juega un montón y que después no te lo podés sacar de encima!!! Le gustaba nada más, simple como eso. Pero por supuesto, bajo la ley de la ambigüedad que rige la masculinidad y vigente por decreto de necesidad y urgencia (o sea por imposición) y por consecuencia directa en el mundo de Lulú, Bartman desapareció del mapa. Así nomás. Ella intentó contactarse para saber si estaba vivo en primera instancia y segundo si le pasaba algo. A lo cual y esto es típico (a todas nos pasó, no es nuevo) no respondía. Ante estos casos de emergencia yo sugiero (y de hecho sugerí) un truco infalible, que aprendí sin querer, que se maneja muy bien por mensaje de texto porque es más contundente el impacto y no te evidencia el tono de voz. “Tenés un rato libre a la tarde? Así te invito un café que tengo que charlar algo con vos”. En el momento (como me sucedió a mí) o al rato, pero no tardan mucho en caer, te están llamando para preguntarte como pollitos mojados si pasó algo. Piensan cualquier cosa, o lo que es mejor para nosotras, piensan lo peor: que estás embarazada. Y te llaman. Pero me estoy yendo por las ramas. El punto es que este masculino aceptó encontrarse (funciona el truco eh!!) y en la mismísima cara de mi amiga argumentó su huida alegando que ella estaba muy enganchada. Eh??? Ella?? Nooo, dame un segundo así me puedo reir tranquila.
Así es como apareció Bartman atosigándola a mensajes y mails para salir con ella. Ante tanta insistencia ella finalmente accedió (le pareció simpático) pero advirtiéndole que quería algo free. Grave error. No se puede ser sincera y coherente con un hombre, no manejan nuestros códigos (bah, el castellano estándar). De repente me surge la imagen de Mamá Amanda que diría “Para qué te gastás tanto, es hombre, no le da la cabeza!!!”. Habrá que hacerle caso? Y podría tener razón, ya que este masculino declaró durante la relación “yo te quiero enamorar” (perdón, leí bien? Si, si), le envió una muñeca de un personaje favorito a modo de presente, le mandaba mensajitos todos los días para desearle las buenas noches (porque es un dulce!!) y puedo seguir y seguir. Etcétera contemplaría varios ítems incluyendo en las vacaciones de ella un enunciado tal como “te puedo pasar a ver por Marpla, me queda cerca de donde paro yo” (por supuesto que ella le dijo que no). La situación luego de un mes y pico tomó un rumbo diferente al que se había planteado desde un principio. Eso es evidente. Pero convengamos que no somos de madera, si buscás encontrás y mi amiga se estaba enganchando (charla amena, sexo relativamente interesante). Y esto significa: le gustaba el flaco. Pero para los que necesitan traducción (Holaaaa Bartman, holaaa todos!!), no quiere decir que estaba enamorada, que se quería casar con él, tener dos hijos (una nena y un nene para ponerle los nombres de los dos), la casa en el country y el perro ese que juega un montón y que después no te lo podés sacar de encima!!! Le gustaba nada más, simple como eso. Pero por supuesto, bajo la ley de la ambigüedad que rige la masculinidad y vigente por decreto de necesidad y urgencia (o sea por imposición) y por consecuencia directa en el mundo de Lulú, Bartman desapareció del mapa. Así nomás. Ella intentó contactarse para saber si estaba vivo en primera instancia y segundo si le pasaba algo. A lo cual y esto es típico (a todas nos pasó, no es nuevo) no respondía. Ante estos casos de emergencia yo sugiero (y de hecho sugerí) un truco infalible, que aprendí sin querer, que se maneja muy bien por mensaje de texto porque es más contundente el impacto y no te evidencia el tono de voz. “Tenés un rato libre a la tarde? Así te invito un café que tengo que charlar algo con vos”. En el momento (como me sucedió a mí) o al rato, pero no tardan mucho en caer, te están llamando para preguntarte como pollitos mojados si pasó algo. Piensan cualquier cosa, o lo que es mejor para nosotras, piensan lo peor: que estás embarazada. Y te llaman. Pero me estoy yendo por las ramas. El punto es que este masculino aceptó encontrarse (funciona el truco eh!!) y en la mismísima cara de mi amiga argumentó su huida alegando que ella estaba muy enganchada. Eh??? Ella?? Nooo, dame un segundo así me puedo reir tranquila.
Y entonces me sumerjo en esto que es incomprensible, tan ambiguo. Y digo para qué tanto verso si no es necesario. Chicos, nosotras queremos lo mismo que ustedes: pasarla bien.
Algunas teorías femeninas indicarían que ellos nos toman por objetos y cuanto más inaccesibles más atractivas, somos como un premio que tienen que conseguir, y quien lo obtiene es el más machote. La paradoja es que cuando lo consiguen no saben qué hacer, se sienten perdidos. Tendrá que ver esto con que ellos piensan que nosotras focalizamos en el fin y ellos en el proceso? O dejemos la benevolencia para otra cosa y digamos las cosas como son: son unos vuelteros autocomplacientes y egocéntricos.
Entonces digo, para vueltas andate a la calesita. Pero mientras tanto, si querés desafío agarrate porque estamos preparadas y la sortija la manejamos nosotras. Y nos vamos a divertir!!! No sé si ustedes, pero nosotras… vaya si no!