lunes, 19 de abril de 2010

¿Prototipo paterno?

En el curioso mundo de Lulú la responsabilidad de su idiosincrasia está directamente asociada a la naturaleza masculina sin ninguna duda. Y cabe destacar que es tema frecuente en charlas de mujeres la herencia paterna que según ciertas teorías indicaría que una busca el prototipo de hombre como pareja, similar al de nuestro padre. ¿Quéeee?? Sí para decirlo sin tantas vueltas: buscamos tipos que se parezcan a nuestros viejos. Puaj!!

¿Puede ser que a pesar de tener enfrente el mejor ejemplo de todos, el de cómo quedaron de bizarras (y creo es demasiado elegante el término) nuestras madres luego de estar con nuestros padres, no aprendimos a no repetir los mismos errores? Porque digo, desde los inicios de mi adolescencia hasta el presente juré y perjuré, teniendo al universo de testigo, una botella de vino, unos puchos, unos capítulos de Sex and the City (ya de más grande) y a todas mis amigas, que jamás de los jamases me iba a parecer a mi mamá.

¿Qué hice? O mejor dicho ¿qué estamos haciendo? Es cierto, el timbre de voz y la cabellera indomable no lo iba a poder evitar pero y sus elecciones de vida. ¿De qué me sirvió leer a los 13 años “las mujeres que aman demasiado”? De nada. Para creerme y vanagloriarme de ser una niña precoz pero que en la práctica es nada más ni nada menos que una boluda importante. Y digo importante porque hay que ser bastante boluda a esa edad para leer ese tipo de libros ¿No?

Pero volviendo al tema. Observo a un padre ausente, que dice que me quiere pero hace años que no hablamos, no se preocupa ni se ocupa de mí, no me da cariño ni contención. Entonces analizo mis cuasi relaciones y los masculinos participantes y lamentablemente concluyo: sí es cierto, Robin Norwood tenía razón. Y fui una de las primeras de mi generación que se instruyó en el tema. Precoz, boluda pero culta eh.

¿Será que el famoso dicho “más vale malo conocido que bueno por conocer” refleja nuestra conducta? ¿Buscamos seguir los modelos masculinos referentes de nuestra vida para qué? ¿Para seguir la costumbre? Chicas, si es así, mátenme pero ya con una versión chill out de Starsailor (I don´t see myself when I look in the mirror), una intravenosa de Chardonnay (prefiero el blanco sí sí), una foto de Luismi (infaltable para llevar a la eternidad, pero antes de que se arregle los dientitos porfis) y una alta dosis símil atracón de variedades de queso. Y déjenme ahí, solita. Necesito tiempo para procesar (la info, la comida y el chupi).

¿Seguimos con las mismas conductas repetitivas? ¿Somos hijas del rigor? A esta altura pienso que del pavor. Podríamos suponer que está escrito en los genes y culpar nuevamente a nuestras madres y ellas a las suyas y así sucesivamente y la responsabilidad se iría diluyendo (estaría muy bueno) como creo que así también la posibilidad de relacionarnos con tipos como la gente (si existen es otro tema que amerita su propio espacio y debate). Pero digo, si no llegamos al meollo del asunto creo que no vamos a poder superarlo. Y afrontémoslo ninguna quiere seguir topándose con estos individuos que son patológicamente insufribles. Cómo si no fuera suficiente soportar nuestra propia locura interna por el sólo hecho de ser mujeres. Y encima la locura externa, la depilación, los días “femeninos”, la dieta, la edad, la celulitis, los dos litros de agua por día y basta dame un pucho igual ya.

O lo mejor supongo es hacer lo de siempre. Cada vez que no entendemos algo, echarle la culpa al inconsciente y a la psicología y ya que estamos a Freud porque era hombre. Es que dicen que nuestro padre es nuestro primer objeto de amor del sexo opuesto por lo cual aprendimos a relacionarnos con ellos basándonos en esa relación. Interiorizamos que el modelo de hombre “correcto” es ese con el que convivimos (o no) desde que tenemos uso de razón e interpretamos que es el patrón a seguir. Qué poder el nuestro de entender y reelaborar la realidad, el tema es que pareciera que no estamos siendo muy favorecidas.

Ahora si ya estamos marcadas por los genes, el género, las madres y encima condenadas por la relación con nuestros viejos. ¿Dónde queda el factor sorpresa?

Me niego a creer que mi destino amoroso está fijado por las pavadas de mis progenitores. No sólo es muy cruel sino que es muy pero muy aburrido. Por qué seguir enganchándose con el mismo hombre pero disfrazado de mil formas y tamaños, encima con los años una se va poniendo cada vez más generosa y las formas se convierten en elementos inenarrables y de los tamaños mejor ni hablemos.

Propongo la cruzada de intercambio de prototipos de acuerdo a nuestros estados de ánimo, yo te paso el mío, que te quiere pero te tiene miedo y no te habla (recomendado para momentos de stress, una bocanada de aire fresco en tu vida), una le pasa a la otra, esa a otra y así por lo menos nos organizamos, conocemos otro tipo de hombres y le sacamos provecho a la situación. ¿Quién dijo que las mujeres no somos prácticas?